29º domingo del Tiempo ordinario – A .
Evangelio
15 Entonces
los fariseos se retiraron y se pusieron de acuerdo para ver cómo podían cazarle
en alguna palabra. 16 Y le enviaron a sus discípulos, con los
herodianos, a que le preguntaran:
—Maestro, sabemos que eres veraz y que
enseñas de verdad el camino de Dios, y que no te dejas llevar por nadie, pues
no haces acepción de personas. 17 Dinos, por tanto, qué te parece:
¿es lícito dar tributo al César, o no?
18 Conociendo
Jesús su malicia, respondió:
—¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19
Enseñadme la moneda del tributo.
Y ellos le mostraron un denario.
20 Él
les dijo:
—¿De quién es esta imagen y esta
inscripción?
21
—Del César —contestaron.
Entonces les dijo:
—Dad, pues, al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios.
22 Al
oírlo se quedaron admirados, lo dejaron y se fueron.
Los herodianos eran partidarios de la política de la dinastía de
Herodes: frente a la dominación romana directa —y, obviamente, también ante los
impuestos directos— ejercida por un gobernador, preferían la mediación de un
príncipe local que fuera quien pagara parte de los impuestos a Roma. En
cuestiones religiosas, compartían las ideas materialistas de los saduceos. Los
fariseos, por su parte, eran meticulosos cumplidores de la Ley , y consideraban el dominio
romano como una usurpación. Sus diferencias con los herodianos eran radicales.
Pero unos y otros se unen para conspirar contra Jesús. La pregunta era difícil
y la respuesta comprometida. Jesús contesta con una profundidad que es, al
mismo tiempo, del todo fiel a la predicación que ha venido haciendo del Reino
de Dios: dar al César lo que le corresponde, sin dejar de dar también a Dios lo
que le pertenece. Estas palabras han sido fuente para la doctrina de la Iglesia sobre la potestad
de los gobiernos, que gestionan el bien común temporal, y la potestad de la Iglesia en la gestión del
bien espiritual. Como ambos gobiernos son independientes en el ámbito de sus
competencias, si los fieles, en ejercicio de su libertad, eligen una
determinada solución para los asuntos de carácter temporal «recuerden que en
tales casos a nadie le está permitido reivindicar en exclusiva la autoridad de la Iglesia a favor de su
opinión» (Conc. Vaticano II, Gaudium et
spes, n. 43). Jesús, con su respuesta, reconoció el poder civil y sus
derechos, el cumplimiento fiel de los deberes cívicos sin menoscabo de los
derechos superiores de Dios (cfr Conc. Vaticano II, Dignitatis humanae, n. 11).
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