7 Así como tenéis abundancia de todo —de fe, de
palabra, de ciencia, de todo desvelo y de la caridad que os hemos comunicado—,
sed también abundantes en esta gracia. 8 No lo digo como una orden,
sino que, mediante el desvelo por otros, quiero probar también la autenticidad
de vuestra caridad. 9 Porque conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros
seáis ricos por su pobreza.
13 Pues no se trata de que para otros haya desahogo y
para vosotros apuros, sino de que, según las normas de la igualdad, 14 vuestra
abundancia remedie ahora su necesidad, para que la abundancia de ellos pueda
remediar vuestra necesidad, a fin de que haya equidad, según está escrito: 15
El que mucho recogió no tuvo de más; y el que recogió poco no tuvo de menos.
Jesucristo es el ejemplo cumplido de desprendimiento y de generosidad
(v. 9). «Si no podéis entender que la pobreza enriquece, representaos a
Jesucristo. (...) Si Jesucristo no se hubiera hecho pobre, los hombres no
hubieran podido ser enriquecidos. Todo esto ha venido a nosotros por el canal
de la pobreza, es decir, porque Jesucristo se ha revestido de nuestra carne, se
ha hecho hombre, ha sufrido todo lo que sabemos, aunque Él no fuera, como lo
somos nosotros, deudor de la pena y de los sufrimientos» (S. Juan Crisóstomo, In 2 Corinthios 17).
La donación de Jesucristo es punto de referencia en los donativos que
hacen los fieles: «Desde el principio, junto con el pan y el vino para la Eucaristía , los
cristianos presentan también sus dones para compartirlos con los que tienen
necesidad. Esta costumbre de la colecta,
siempre actual, se inspira en el ejemplo de Cristo que se hizo pobre para
enriquecernos» (Catecismo de la Iglesia Católica ,
n. 1351).
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