Ir al contenido principal

Salvación de los justos y perdición de los enemigos (Sb 18,6-9)

19º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura
6 Aquella noche fue anunciada de antemano a nuestros padres,
para que se alegraran, conscientes de las promesas en que creían.
7Tu pueblo recibió expectante
la salvación de los justos y la perdición de los enemigos.
8 Porque con lo mismo que castigaste a los adversarios,
con eso mismo, nos glorificaste llamándonos a Ti.
9 Los hijos santos de los buenos ofrecían sacrificios a escondidas
y se imponían unánimes esta ley divina:
que los santos compartirían por igual los bienes y peligros;
así empezaron a entonar los cantos de alabanza de los padres.
El libro de la Sabiduría está hablando de la noche en que los israelitas se disponían a salir de Egipto. Los egipcios habían decretado hacer morir a los primogénitos varones de los hebreos (cfr Ex 1,15-22). Para eludir la muerte, Moisés, recién nacido, es expuesto (v. 5) sobre las aguas del Nilo en una canastilla y salvado providencialmente por la hija del faraón (Ex 2,1-10). Con la ley del talión como fondo, el crimen de los egipcios debía ser castigado con la muerte de sus propios primogénitos, «a media noche» (Ex 12,29), y también, después, con la ruina de los perseguidores, bajo las aguas del Mar Rojo (Ex 14,26-29).

En la noche pascual ocurren dos acontecimientos contrapuestos: los primogénitos de los egipcios son heridos, lo que obliga al faraón a dejar partir inmediatamente a los hebreos, que obtienen así el cumplimiento de la liberación prometida a los padres (cfr Gn 15,13-14) y a Moisés (Ex 11,4-7). Pero esa misma noche, antes de partir los hebreos, «los hijos santos de los buenos» (v. 9) celebran a escondidas en sus casas la cena pascual con carácter festivo y sacrificial asumiendo todos el compromiso de com­partir «los bienes y peligros»; de este modo actúan como pueblo consagrado al Señor y «entonan los cantos de alabanza de los padres» (v. 9). Con el tiempo, esos incipientes cantos constituirían el Hallel, un grupo de salmos que se recitaban la noche de Pascua y en las grandes fiestas (cfr Sal 113-118), y que recitará Jesús con sus discípulos en la Última Cena (cfr Mt 26,30; Mc 14,26).

Comentarios

Entradas más visitadas de este blog

Habla Señor, que tu siervo escucha (1 S 3,3b-10.19)

2º domingo del Tiempo ordinario – B. 1ª lectura 3b  Samuel estaba acostado en el Santuario del Señor donde estaba el arca de Dios. 4 Entonces el Señor le llamó: —¡Samuel, Samuel! Él respondió: —Aquí estoy. 5 Y corrió hasta Elí y le dijo: —Aquí estoy porque me has llamado. Pero Elí le respondió: —No te he llamado. Vuelve a acostarte. Y fue a acostarse. 6 El Señor lo llamó de nuevo: —¡Samuel! Se levantó, fue hasta Elí y le dijo: —Aquí estoy porque me has llamado. Pero Elí contestó: —No te he llamado, hijo mío. Vuelve a acostarte 7 —Samuel todavía no reconocía al Señor, pues aún no se le había revelado la palabra del Señor. 8 Volvió a llamar el Señor por tercera vez a Samuel. Él se levantó, fue hasta Elí y le dijo: —Aquí estoy porque me has llamado. Comprendió entonces Elí que era el Señor quien llamaba al joven, 9 y le dijo: —Vuelve a acostarte y si te llaman dirás: «Habla, Señor, que tu siervo escucha». Samuel se fue y se acostó en su aposento. 10 Vino el Señor, se

Pecado y arrepentimiento de David (2 S 12,7-10.13)

11º domingo del Tiempo ordinario – C. 1ª lectura 7 Dijo entonces Natán a David: —Tú eres ese hombre. Así dice el Señor, Dios de Is­rael: «Yo te he ungido como rey de Israel; Yo te he librado de la mano de Saúl; 8 te he entregado la casa de tu señor y he puesto en tu regazo las mujeres de tu señor; te he dado la casa de Israel y de Judá; y, por si fuera poco, voy a añadirte muchas cosas más. 9 ¿Por qué has despreciado al Señor, haciendo lo que más le desagrada? Has matado a espada a Urías, el hitita; has tomado su mujer como esposa tuya y lo has matado con la espada de los amonitas. 10 Por todo esto, por haberme despreciado y haber tomado como esposa la mujer de Urías, el hitita, la espada no se apartará nunca de tu casa». 13 David dijo a Natán: —He pecado contra el Señor. Natán le respondió: —El Señor ya ha perdonado tu pecado. No morirás. En el párrafo anterior a éste, Natán acaba de interpelar a David con una de las parábolas más bellas del Antiguo Testamento provoca

Pasión de Jesucristo, según San Juan (Jn 18,1–19,42)

Viernes Santo – Evangelio 19,25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. 26 Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre: —Mujer, aquí tienes a tu hijo. 27 Después le dice al discípulo: —Aquí tienes a tu madre. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa. 28 Después de esto, como Jesús sabía que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed. 29 Había por allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. 30 Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: —Todo está consumado. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Comentario a Juan 18,1 - 19,42 El Evangelio de Juan presenta la pasión y muerte de Jesús como una glorificación. Con numerosos detalles destaca que en la pasión se realiza la suprema manifestación de Jesús como el Mesías Rey. Así, cuando