12º domingo del Tiempo
ordinario – B. 1ª lectura
1 Entonces el Señor respondió a Job
desde el seno del torbellino diciendo:
8
¿Quién
encerró el mar con doble puerta,
cuando
salía a borbotones del seno materno,
9
cuando le
puse las nubes por vestido
y
por pañales la niebla,
10
cuando le
fijé un límite
y
le puse cerrojos y puertas,
11
y le dije:
«Hasta aquí llegarás y no más,
aquí
se romperá la soberbia de tus olas»?
El discurso del Señor, de enorme riqueza expresiva y
perfecto en su construcción literaria, es sencillo en su enseñanza: Dios está
presente donde nunca lo estuvo Job ni ningún otro hombre; ha intervenido e
interviene donde nunca lo hizo ni lo puede hacer el ser humano; organiza sabiamente
y cuida con esmero de las criaturas que quedan lejos del alcance de los
hombres. En resumen, Dios es infinitamente más poderoso y más sabio que Job; y,
sin embargo, entabla diálogo con él y le invita a admirar juntos las maravillas
del cosmos.
La descripción del mar (vv. 8-11) contiene rasgos
simbólicos dignos de tener en cuenta. El océano que se muestra bravío en alta
mar se amansa en la orilla (vv. 8-11), como un bebé inquieto que se calma al
sentirse vestido y arropado. «Las puertas de la Santa Iglesia, explica San
Gregorio Magno en sentido místico, podrán ser combatidas por las olas de la
persecución, pero nunca podrán ser quebrantadas; la ola de la persecución podrá
moverlas por fuera, pero nunca puede penetrar lo de dentro de su corazón» (Moralia in Iob 6,28,18,38).
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